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Poesías

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Elegías menores (2002)

Las Elegías Menores de José Jiménez Lozano, obra maestra de la poesía española contemporánea

Este texto evoca los poemas del libro Elegías Menores de José Jiménez Lozano, como uno de los más altos ejemplos de la poesía española contemporánea. El texto está dentro de un conjunto de poemarios que en la última década (2000-2010) han visto la luz de manos del autor de Ávila.

Decía René Guénon, en su texto "El lenguaje de los pájaros" (1930, 1988) que en la simbología tradicional de corte judaico e hindú, así como griego, se representaba a los poetas como "habladores de la lengua angélica" o la lengua de los pájaros, los seres alados. La tradición primordial de representación de la poesía como una "lengua alada", y de los poetas como pájaros o que hablan la lengua de los pájaros es muy antigua y cristaliza en muy diversas formas. La poesía es cántico al igual que la expresión de los seres alados lo es. Son infinitos los ejemplos simbólicos de esta identificación.

Los poetas puros, de línea creativa muy decantada y fina, cantan a menudo a los pájaros. Podríamos decir que es la prueba fehaciente, cuando el cántico a los pájaros es perfecto, de que el poeta capaz de dicha evocación alcanza la línea de la poesía pura. La evocación de los pájaros es a la vez un motivo expresivo típico, una operación activa de identificación, y una contemplación del animal alado que, en la Naturaleza, es uno de los seres más huidizos y delicados, mediante el cual se expresa la infinita sutileza del ser y también la calidad alcanzada por el vate. Grandes literatos como Keats, como Oscar Wilde, como Saint John Perse, han escrito versos a los pájaros y han encarnado la naturaleza angelical de los pájaros en su estilo poético también. Muchos grandes momentos de la evocación lírica están mediados, transmitidos, por animales sencillos como los pájaros, como los humildes burros, (recuerdo el poema "Peter Bell" de William Wordsworth, cumbre de la poesía pura en habla inglesa) o como otros muchos animales o plantas.

En Elegías Menores, Jiménez Lozano entronca con esta vieja tradición angelológica y animalística de la poesía pura. Su último libro de versos se titula La estación que gusta al cuco (2010). Pero su gusto por los poemas en torno a estos animales es muy antiguo. Los primeros libros de poemas que escribe ya contienen alusiones a pájaros. Uno de sus primeros textos poéticos de esta última época Pájaros (2000). comienza una conversación con los pájaros, que conoce a la perfección -garzas, petirrojos, vencejos, alcaravanes, palomas, golondrinas-, como vemos en éste:

«Mas yo sólo recuerdo/ haber sido asistido a veces, /de tarde en tarde, por un ángel:/ un solitario petirrojo/ que quizás tenía hambre/ y añoranza, frío, quizás miedo, / que desde el seto volaba hasta el alféizar/ de mi ventana, inquieto, / como si me trajera, clandestino,/ su socorro».

 

El autor empieza a desarrollar este motivo de su poesía en años subsiguientes hasta alcanzar la densidad enorme de la poesía de Elegías menores (2002) donde, afirmamos, hay una consagración poética absoluta, presenciada, mediada y simbolizada por los pájaros, que aquí están en muchos de los poemas, verdaderas obras maestras de la poesía española de todos los tiempos:

«Cielo pálido,
reluciente estrella,
queja de la alondra.
Nuevo día»
"Amaneciendo", de Elegías menores.

La simpleza en la forma y la cortedad de la expresión no deben confundirnos. Juan de la Cruz escribió inmortales cánticos en versos breves y truncos. La obra poética de Jiménez Lozano no es menor ni muchísimo menos. Es mayor, y diríamos, es mayúscula.

La poesía pura es una poesía simple, de apariencia infantil. En ella no hay impostación de la voz, no hay retórica. Es infantil, pero en un sentido polar, digamos, con los rasgos infantiles que entrarían en el Reino de los Cielos. Es también una poesía breve y humilde. En ella hay más parte para el silencio que para la palabra. Así ha de ser. El grado de perfección en el lenguaje se alcanza cuando la complementariedad entre palabra y silencio está ganada y superada por el silencio. Se trata de unos silencios enormemente expresivos, densos en expresión intelectual, emotiva, espiritual.

Este libro, Elegías menores, está poblado de seres de la naturaleza, de árboles, de otoños, de flores y de perros. No hay un solo instante sobrante en la emoción poética que transmite. Cada poema es un clásico en nuestra lengua. Eso no es ni mucho menos corriente, es un hecho único en la poesía española. La capacidad poética de Jiménez Lozano es excepcional por su visión completa del mundo natural en el que vive. Pero no solamente por esto.

Hablamos de poesía pura cuando un escritor o escritora usa todo su bagaje, invierte todo su poder intelectual, culto, emotivo y natural en la expresión poética absoluta. Es, digamos, más una renuncia que una exhibición de poderes escriturales. Pero como dice EckartTolle recientemente, hay que tener gran potencia espiritual para renunciar, y análogamente ocurre en el mundo poético: hay que condensar gran potencia poética para renunciar a la pompa o al despliegue lírico y generar poemas puros. Jiménez Lozano compacta su humor fino, la erudición de diversas ramas profundas de conocimiento -filología clásica, historia de religiones, de heterodoxias, historia espiritual de España, lengua popular,- la observación del entorno rural y de las formas de vida en los pueblos y ciudades pequeñas, para producir pinceladas breves de poesía pura, donde todo esto está silenciado, y manda el hilo de la inspiración del instante. Los pájaros que salpican sus poemas en muchas de las especies y de todas las formas, para producir sentimiento, ilustrar ironías, crear humor, y dejar el silencio implicado en su presencia animal, son un símbolo de ese fenómeno de visión del instante, de visión de algo pequeño, humilde, como solamente pueden hacerlo los grandes de entre los grandes autores, como los pintores prehistóricos, como los más elevados místicos:

«La golondrina de otro año,
recién llegada de África,
trisa casi en susurro;
pregunta por su nido antiguo,
destruido»
Elegías menores, 2002

 

Los poemas de este libro llegan a las más altas esferas de la creación poética. Los que dedica a los ojos de los pájaros son inigualables, hemos esperado siglos a leer esta poesía en español, a esta altura de creación:

«Ya ves los pentimenti del Creador del Mundo, son tanteos.
Primero hizo reptiles, dinosaurios,
y esperó milenios y milenios,
hasta que logró estos cristales tan puros, tan redondos:
los ojos de los pájaros. ¡Tan leve
su consistencia de aire!
¡Tan pobres! ¡Tan alegres!»
Poema "Tanteos", del mismo libro.

Este libro, de tono elegíaco, contiene poemas breves de una intensidad difícilmente alcanzada por la poesía de todos los tiempos: parecen resonar como lápidas milenarias, en las que toda una vida está condensada y resucita:

«Amadísima fue Claudia:
Hades la raptó mientras jugaba,
y dejó un rastro de lágrimas,
y un carrito de arcilla con sus bueyes.
No vio seis veces
florecer las rosas» 
Poema"Lauda", en Elegías menores

O del poema "Turismo", la coda final:

«así sea la maravilla
de las maravillas todas.
Ya has visto los ojos de los pájaros»
Elegías menores

Los poetas angélicos, del pájaro solitario de Juan de la Cruz, al canto de Dante, de la densa y corta palabra del haiku anónimo al poemilla, como él gusta llamarlo, de Jiménez Lozano, representan y expresan la "iluminación solar", angélica, de la que hablaba René Guénon, y los versos levantados hasta la máxima sutileza. En el umbral de la poesía pura se situó Rainer María Rilke, capaz de cantar al sabor de las manzanas o a la vida de las pequeñas muchachas muertas. Son también los poetas que hablan con mayor simplicidad y mayor acercamiento a las cosas del mundo natural, a los animales, a las plantas. Son las obras producidas por escritores eruditos e iniciados en misterios muy mayores, que han llegado a este grado cero de la escritura poética. El carácter sagrado de estos versos, su naturaleza sacramental, proviene de su capacidad simbólica gigantesca, que envuelve todo su fenómeno. Esta capacidad verbal alada nos hace ascender hacia la vibración poética total, desnuda de todo aditamento y adorno, y nos hace extendernos en todas direcciones, contemplar el mundo desde los ojos de los pájaros, desde la belleza y simpleza del presente y de la fuerza de la vida natural.

El conocimiento de la naturaleza humana, la de los animales, del campo, de la humanidad simple de los pueblos, es una clave de profundidad de autores que, como Jiménez Lozano, experimentan y transmiten una consumación metafísica a través de ellos. El "pájaro solitario" de San Juan no es solamente el mirlo, es también el alma que canta. En Jiménez Lozano es posible apreciar el paso de la literatura discursiva, inteligente, culta, a la poesía pura.

«El rostro de la helada,
como el de la Medusa,
ha convertido el ojo azul de la laguna
en duro vidrio. Garzas
sin vuelo y asombradas»
La estación que gusta al cuco, 2010.

 

Creemos que hay una tradición oculta de grandes escritores poéticos que hablan la lengua de los pájaros, es decir, la lengua decantada, de línea simple, que salta llena de vida natural y expresa mediante la forma animal y orgánica las energías increíbles de la sensación del ser universal. En esa tradición escondida, de pájaros elevados y únicos, cantores que son capaces de transmitir la exaltación poética del presente y de la existencia más simple y humilde, está la poesía de algunos escritores españoles. Algunos de los pájaros del gran Árbol de la Vida se han posado en sus ramas para cantar en lengua española. Entre ellos, deslumbrante, está Jiménez Lozano. Llegará el momento en que se le coloque junto a Juan de Yepes, Teresa de Ávila o Miguel Hernández, por la pureza de su voz poética, cuando se pasen las nubes sulfurosas de poesías más bajas, más torcidas, más deleznables. Queremos avanzar hacia ese momento y por eso adelantamos esta noticia.

Eva Aladro Vico

 

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