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Cervantes

«...el Cervantes contador de historias es un humanista más, entre los que reclaman para la literatura el estatuto de conocimiento (...) y también están en sus pensares los otros asuntos de la gloria de las letras, la pertinencia de las lenguas vulgares para nombrar el mundo y como lenguaje de disciplina, pero, desde luego de manera eminente, en el diario vivir humano para verdad y eficacia del nombrar; y están, en fin, la dignidad, la fineza del sentir y de la palabra de los más sencillos (...) [Sus historias nos] asoman a pozos y a abismos, o desposan sencillamente los susurros y la misericordia. De manera que no podemos ofender el lenguaje de Cervantes, declarándole por nuestra cuenta dechado y falsilla de la buena prosa, porque baratija sería; se trata del lenguaje, -armonía y dulzura, para utilizar otra fórmula frayluisiana-, que hace que vivamos y desesperemos, que nos lacera, o por el que nos llena de alegría aquello que leemos y una escritura dice; esto es, realmente una lengua carnal y verdadera» (Discurso Premio Cervantes, 2003).